martes, 4 de enero de 2011

Lumbier, pueblo de alfareros




Lumbier fue hasta los años sesenta uno de los mayores centros productores y distribuidores de cerámica de Navarra. La calidad y sencillez de sus vasijas son estos días objeto de una muestra.



Los hermanos Rebolé, en una de sus exhibiciones.

Los hermanos Rebolé, en una de sus exhibiciones. (CEDIDA)

DIVERSOS autores estudiosos de la materia reconocen la falta de datos existentes sobre la producción ceramista en Navarra y de los lugares donde ésta se elaboraba En el caso de Lumbier, el historiador local, Eusebio Rebolé, señala en su obra Historia de la Villa de Lumbier-Ilumberri, que de los restos de vasijas hallados en el lugar se desprende la existencia en la época romana de un centro local de producción alfarera. Datos más recientes hablan de la presencia de 24 alfares en el siglo XIX, que decayeron hasta doce o catorce en el XX. El mismo historiador encontró en el Archivo Histórico de Protocolos Notariales de Navarra la constitución del gremio de alfareros en la villa, que data del año 1833, con sus ordenanzas. Éste estuvo formado por los profesionales cuyos apellidos recuerdan a las familias de últimos alfareros lumbierinos: Napal, Goyeneche, Beroiz, Pérez. Rebolé, Zaro, Ochoa, Rosas, Reclusa, Vicente y Redín, lo que demuestra que la tradición pasó de padres a hijos durante muchos años.
 
Esta actividad artesanal se desarrolló en los barrios del Horno, Arrabal y Gallarape, habitados por los artesanos que tenían los alfares en sus propias casas. Todavía hoy quedan en la localidad muchos vecinos que recuerdan cómo los alfareros extendían en estas calles las vasijas para el secado. Testigo de ello son también las imágenes en blanco y negro y los lienzos de quien pintara estos barrios hace más de cincuenta años, en los que se constata la actividad alfarera de estos barrios en el humo de sus chimeneas encendidas. En Lumbier se dieron las tres circunstancias propicias para hacer posible la actividad ceramista: agua, arcilla, y un combustible fácil, tal y como lo expresaba el profesor Leandro Silván. Eran especialmente apreciadas sus tierras, las arcillas rojas de Lardin y la blanca, llamada tierra de buro, extraída de El Puente de la Arena. El material que se quemaba era fundamentalmente el boj bien seco. Las vasijas elaboradas tenían una finalidad puramente doméstica. Primaba la funcionalidad y se utilizaban para la cocción y conservación de alimentos, almacenaje de líquidos, etc. En los alfares de Lumbier se elaboraron huchas, cántaros, pucheros, tinajas, soperas, macetas, botijos y jarros, de color anaranjado o pardo rojizo, con cubierta de vidrio plumbífero o sin ella, de calidad excelente y muy estimada en la comarca, la capital y en el Alto Aragón. Con modelos repetidos de sus padres, los olleros de Lumbier eran poco creativos. Producían reducido número de formas en sus extensas jornadas de trabajo. Afrontaban después la dura labor de la venta, hasta mediados del siglo XIX, cuando los viejos hornos alfareros se apagaron para pasar a la historia de Lumbier.

Texto Original: Noticias de Navarra



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